"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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23-05-2023 |
¡SALADO!
Hoenir Sarthou
Nunca había ocurrido. Nunca los montevideanos habíamos recibido agua salobre a través de las canillas que provee OSE. Nunca se había usado agua del mar para el suministro de la población.
¿Casualidad?
Si usted quiere creerlo así, todo bien. Pero el hecho coincide con varios factores largamente denunciados que apuntaban a este resultado.
Por un lado está la inusual sequía. Pero, claro, ha habido cientos o miles de sequías sin que jamás debiéramos tomar agua salada.
¿Qué es lo nuevo, entonces, lo que explica esta medida nunca vista?
Bueno, para empezar, el descuido sistemático de las fuentes de agua dulce, como el Río Santa Lucía. Años hace que los técnicos vienen anunciando que los niveles de contaminación, la reducción del flujo de agua y los defectos del sistema de suministro iban a ocasionar problemas.
Nadie, ningún gobierno tomó las medidas necesarias para evitar el colapso o la insuficiencia del Río para proveer de agua a la población. Ni el control de las actividades contaminantes, ni las medidas necesarias para asegurar el volumen de agua disponible, ni las medidas técnicas para optimizar el suministro, tal como viene denunciando el sindicato de OSE.
Pero hay algunos factores más. Por un lado, nunca el país había estado tan plagado de plantaciones de eucaliptus. Un árbol que, digan lo que digan los representantes de la industria forestal, se “chupa” literalmente el agua de la zona en que está plantado, reduciendo las corrientes y espejos de agua cercanos así como la reposición de los acuíferos subterráneos.
Esto había sido anticipado por el Ing. Daniel Panario y, en lo personal, me fue confirmado hace años por productores rurales que viven y producen en zonas forestadas. Se quedan sin agua, se les secan arroyos, lagunas, tajamares y pozos.
Pero nuestro sistema de partidos decidió ignorar que estaban permitiendo la instalación en nuestro territorio de una enorme “esponja” chupadora de agua. Y a eso le llaman “progreso”. “desarrollo”, “abrirse al mundo”, “inversión extranjera” y “modernización”.
Grandes mentiras. Han firmado en secreto contratos que, en el fondo, le regalan el agua a empresas transnacionales, que no sólo no pagan el agua, tampoco pagan impuestos, ni compensan la contaminación que producen ni los mil privilegios que reciben. Por si fuera poco, tampoco generan las fuentes de trabajo que anuncian.
¿Quién decidió eso? ¿Quién decidió que pasáramos, de ser un país de tierra fértil y agua dulce, apto para la producción de alimentos de alta calidad, a ser parte de una región destinada a plantar eucaliptus para producir celulosa que devendrá en papel higiénico?
Sencillo: lo propuso y lo financió el Banco Mundial. Y se concretó en 1987, a través de la ley de forestación y de la financiación promotora de la forestación que proporcionó el Banco Mundial.
Años llevamos algunos diciendo que contratos como los de Montes del Plata, UPM 1 y UPM2, nos llevarían a un desastre, no sólo económico, sino también ambiental.
Ahora los hechos empiezan a mostrar su nariz. Asoma por las canillas, en forma de agua salada.
Pero no seamos ilusos. Las pasteras fueron sólo el inicio. Ahora están en curso nuevos contratos que implican regalar nuestra agua o darle destinos absurdos. Google la quiere para refrigerar sus computadoras, las empresas que usarán el acuífero para producir hidrógeno verde y etanol la quieren para darle energía a Europa, y el proyecto Neptuno se propone que paguemos para que una empresa multinacional desalinice el agua del Río de la Plata y nos la venda como agua dulce. No, no es una pesadilla ni un sueño surrealista. Es la realidad, lo que está pasando ante nuestros ojos y sale por nuestras canillas.
Desde luego, se percibe una estrategia conocida: generar un problema para luego vender la solución. Si nos mantienen un rato a agua salada, terminaremos aceptando y festejando el absurdo proyecto Neptuno, por el que le pagaremos a una empresa privada por quitarle la sal al agua del Río de la Plata y vendérnosla (cosa que además es inconstitucional) a los montevideanos como agua potable.
Pero no hay acción sin reacción. La crisis del agua ha hecho explotar, literalmente, la voluntad de firmar por la reforma constitucional Uruguay Soberano.
Cientos de personas van a firmar espontáneamente o preguntan dónde se puede firmar y se ofrecen para reunir más firmas.
La causa es obvia. Poco a poco se abre camino una noción esencial: somos los uruguayos los que tenemos que tomar cartas en la administración soberana de nuestros recursos naturales. Porque, si no intervenimos, si dejamos el tema librado a la casta política, el proceso de apoderamiento corporativo del agua potable, superficial y subterránea, será inevitable.
Alguien muy importante para los uruguayos lo dijo con otras palabras: “Nada debemos esperar sino de nosotros mismos”.Fuente: http://semanariovoces.com/salado-por-hoenir-sarthou/
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